martedì 14 gennaio 2014

MÚSICA Y EDUCACIÓN





Por Matilde Chaves de Tobar
Dra. en Musicología – Universidad de Salamanca
España



   Dedicado a educadores y padres de familia
                                         quienes tienen la entrañable misión de
                                         formar en los valores morales, sociales e                 
                                         intelectuales de los infantes y de la juventud.



El recargado calendario de actividades extraescolares de los niños de nuestro tiempo, contempla la práctica deportiva, el aprendizaje de los idiomas y la familiarización con la informática, pero generalmente y casi en último plano, está contemplada la música, práctica que como está comprobado es tan beneficiosa, que desarrolla la creatividad, mejora la memoria y las habilidades lectoras, afianza el sentido de la camaradería y la disciplina, entre otros muchos efectos positivos; pero para ello, la música debe representar para el infante, disfrute, juego y divertimento, nunca sufrimiento !. 

Son innumerables los estudios, investigaciones y tesis, que certifican que el aprendizaje musical potencia una larga lista de capacidades entre los estudiantes. Tocar un instrumento musical, además de los beneficios fisiológicos, deja también su impronta en el carácter de los niños y su relación con los demás. En general son personas metódicas y disciplinadas, que cuidan los detalles, planifican bien las tareas y destacan por su capacidad de atención.
  
Pensemos, ¿cómo poder llevar al individuo, desde su primera infancia, hacia el goce de la música?.  Al plantear este interrogante, se puede pensar que ella conduce a su acto de existencia y como un acto, no se puede comprender más que a partir de su sentido; sentido que nace de la relación espontánea establecida entre la conciencia del individuo y el mundo de los sonidos.  Debe existir un fundamento entre el hombre y los sonidos. Es básico e importante tener en cuenta que la música, así como otras artes se hallan íntimamente ligadas a un medio, a una época y a una cultura.

Las etapas por recorrer en el arduo, pero hermoso camino de la música, deben tener  firmes convicciones: la primera, saber que el viaje hacia el conocimiento musical encierra un gran valor formativo para quienes lo inician, la segunda, cada etapa del aprendizaje, apoyada en una buena metodología, permitirá al niño, alcanzar los objetivos inmediatos en el contexto del aprendizaje musical, ir más de prisa y llegar más lejos, tanto en lo instrumental, como en lo coral y en lo teórico, la tercera, que la evaluación, es la mejor forma de conocer el desarrollo y los avances alcanzados a lo largo del proceso – aprendizaje de la música y la cuarta y última, que la música llegue a convertirse en elemento integrador y formativo desde la infancia.
Pero siempre nos preguntamos, porqué unos niños son más musicales que otros? La respuesta corresponde en primera instancia, a la herencia genética que cada individuo trae consigo; sin embargo, aquellas capacidades naturales que cada persona tiene, deben ser alimentadas desde la más tierna infancia. Se ha comprobado que aquellos que por fortuna han tenido unos padres sensibles a la música, a la pintura,  a la danza o a cualquier otra actividad creativa, han tenido una infancia rica en vivencias positivas  y desde el vientre materno, los vínculos cerebrales entre madre e hijo han sido más fuertes y aquellos niños estarán en una posición más ventajosa, frente a  quienes han crecido sin ellas. 
Pero examinemos, qué es el pensamiento musical?,  “El pensamiento musical no tiene mezcla y se haya reducido a su pura esencia”[1] La música es una expresión de nuestra afectividad y por ello es conmovedora y nos hace vivenciar los sentimientos en la emoción de lo bello.
La mejor manera de comprender lo que es el Pensamiento Musical, es utilizando aquel procedimiento que consiste en buscar las asociaciones intuitivas e instintivas que nos ofrecen los distintos elementos de  la música. Cuando un músico tiene en sus manos una partitura, lo primero que hace es escuchar mentalmente la música escrita, teniendo en ese momento claridad en el ritmo, en la tonalidad y percibiendo la sonoridad y por ende, su estructura y significado y cuando escucha ya la interpretación, instintivamente reconoce el estilo, la forma y sus elementos; en una palabra reconoce un todo  y disfruta de la música; cuando alguien ajeno a los tecnicismos musicales, escucha cualquier tipo de música,  se limita al disfrute de lo que esta le trasmite a la par que le hace conocer la emoción de lo bello.
Elementos tan implícitos en la música, como el ritmo, la melodía y la armonía,  será posible discriminarlos y vivenciarlos  a través de la enseñanza musical, pero cómo saber ayudar al niño al logro de esos objetivos?   No se trata simplemente la acción de enseñar una cuantas piezas, ni de realizar un proceso de simple corrección de errores durante la hora de clase, pues este procedimiento se torna tedioso y poco motivador para el niño.
Desde mi experiencia pedagógica, recomiendo un trabajo simultaneo en el que, paralelamente con la exploración en cuanto a lo rítmico,  lo melódico y lo expresivo de una pequeña pieza, combinando con unas cuantas escalas, con un poco de lectura a primera vista y con el entrenamiento auditivo, buscando siempre las conexiones entre estos patrones musicales y haciendo que unos deriven de otros, enriquecido lo anterior con la práctica de conjunto, ya sea coral o instrumental, se llegue al avance permanente del aprendizaje musical; una idea lleva a otra; me explico:  buscar las conexiones entre las escalas y el entrenamiento auditivo,  el entrenamiento auditivo y las piezas, las piezas y la memoria, la memoria y la expresión, la expresión y la improvisación, el ritmo y la lúdica.  Esto es muy válido tanto en el trabajo vocal como en el trabajo instrumental. Pienso que con este proceso o procedimiento, las clases podrían mejorar y llegar a ser más creativas, el que hacer musical con los niños, más ameno y el rendimiento para ellos será mayor. Se hace necesario que al enseñar una obra,  el maestro esté preparado en el conocimiento profundo de su labor e identifique, escalas, arpegios u otros patrones melódicos y rítmicos, como la articulación, así como tener el conocimiento de la época en que fue compuesta, sepa quién la compuso - puede darse el caso que sea una obra anónima- , conozca el contexto social y el etilo, básicos para hacer una buena interpretación y llegar a una mejor expresión. No se debe empezar por enseñar la pieza en si, sino, sus ingredientes. Lo primordial, iniciar con la búsqueda de las conexiones musicales valiéndose ´- como ya se dijo -, del entrenamiento auditivo, del trabajo a través del juego de los sonidos de las escalas, afianzando el sentido de tonalidad, ejercitando la memoria, la lectura a primera vista, la interpretación de un instrumento y trabajando a  la par, la teoría; de esta forma, las habilidades musicales podrán despertarse, los conocimientos asociados a ellas y la comprensión musical iniciará un proceso de correlaciones importantes y propias del enseñanza musical. Aplicar estas pautas metodológicas al trabajo de canto coral, beneficiará a los niños, tanto en forma individual como al conjunto. Lo primordial, es que los niños reciban la instrucción con cariño y se diviertan con la música, pues haciendo comprender sus partes e irlas relacionando entre sí, permitirá despertar su interés.  Iniciarse en la música, no es solo aprender la teoría musical; a la par el niño puede empezar con un instrumento musical. Infinidad de actividades se pueden realizar para motivarle al iniciarse y  lo más importante, continuar en este maravilloso mundo de la música.
“La música es una actividad consiente y deliberada ejercida con el concurso de elementos sonoros  y dirigida a la expresión y el goce anímico.”[2]

En conclusión, con esta premisa, es posible analizar las grandes posibilidades que se tienen, en el campo de la experimentación y la creación musical en el individuo, en las que interviene, no solo su voluntad de interpretación, sino la habilidad por parte de los maestros, para orientar la actividad según los dictados de su sensibilidad y a su arte en el manejo de los elementos que la conforman.



[1] ANSERMET, Ernest. Escritos sobre música. Idea Books, S.A. Barcelona 2000. pp. 111. (Consulta: abril 9 2003).
[2] TORRES, J. y otros. Música y Sociedad. Real Musical, S.L. 1981. p. 9. (Consulta: Abril 20. 2003)

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